lunes, 27 de septiembre de 2010


Una promesa es como dar un cheque, tenes que tener fondos para poder pagarlo. Una promesa es como viajar en el tiempo, es asegurarle a alguien que en un futuro las cosas van a ser como vos decís. Una promesa no es una posibilidad, es un hecho, es decirle a alguien ‘contá con eso’. Cuando le prometes algo a alguien tenes que saber que el otro cuenta con eso. Sos responsable de lo que prometes. Para cumplir una promesa hay que resistir, porque uno nunca promete algo fácil, siempre prometemos cosas difíciles que llevan sacrificio y esfuerzo. Porque una promesa incumplida es una deuda que crece y te persigue a todos lados. Para cumplir una promesa hay que tener fe. Para cumplir una promesa hay que ser perseverante, como en un ring de box donde se pelea hasta el último round. Para cumplir una promesa hay que darle valor a las palabras. Una promesa es un juramento donde la palabra es la garantía. ¿Hay instrucciones para cumplir una promesa? Creo que sí. Todas se reducen a una regla clara y sencilla, tan solo cumplir con lo prometido.


La alegría afirma la vida, ilumina tu alma, convierte tus ojos en faros. La alegría mantiene vivo el niño que llevas adentro. La alegría te ayuda a ver la vida como un juego, diluye la espesura del drama.
Vuelve nuestra vida más ligera. Hace que la desesperación sea menos desesperante, que el dolor duela menos y que el placer sea más placentero.
La alegría lima asperezas, nos hermana, nos reúne, nos anima a compartir. La alegría te da paz.
La alegría nos predispone al amor, a la pasión, a la aventura. La alegría baja las defensas inútiles y mejora el sistema inmune, y lo mejor: es gratis.
La podes encontrar en un beso, en un bebé, en la música. La alegría es eso que dejas pasar buscando eso que se supone que te dará alegría.
La alegría es el único virus bueno y muy contagioso. Si lo dejan, claro.
La alegría es una fe profunda en el futuro.
La alegría es una puerta abierta a nuestro verdadero ser.